Siempre he querido escribir un
texto robusto al respecto de este tema, de hecho lo he iniciado varias veces de
distintas maneras, pero en algún momento del proceso, las cosas desvarían o
cualquier otra actividad me distrae y dejo inconclusa mi intención.
En primer término deseo expresar
que para nada es mi deseo hacer un ensayo o recurrir a más fuentes que las de
la experiencia, no citaré ni mencionaré más fuentes que las mías, escribiré
solo lo que deseo expresar al respecto y en todo caso, haré una revisión final.
En mis años infantiles mi padre
repitió una frase que se me pegó para toda la vida: “el sentido común es el
menos común de los sentidos”, de repente pensé, ni siquiera está catalogado
como uno de los 5 sentidos, vista, olfato, gusto, tacto y oído; adicionalmente
pensé, quizás es al que llaman el “sexto sentido”, pero mi intuición me dijo
que no.
Finalmente la intuición es el
sexto sentido, es el sentido extrasensorial que no percibimos físicamente pero
que resulta ser una potente herramienta cuando de corazonadas se trata, ahora
soy un poco más lógico al respecto y asumo que entre más años, más experiencia,
mayor conocimiento del entorno, más serenidad y paciencia, la intuición se
fortalece y no es más que el sentido común disfrazado hermosamente de algo más
exótico.
Se trata de una serie de
procesos, de pensamientos, de recuerdos almacenados y entrelazados, cuyo objeto
por separado es ocupar espacio en nuestras memorias, pero al juntarlos unos con
otros, al mezclarlos, son tan útiles que nos permiten incluso, predecir el
futuro.
Pero dialécticamente, el sentido
común más básico, más sencillo, más primitivo, lo encontramos desarrollado
desde los primeros meses de vida, los arco reflejos, los condicionantes, los
métodos y los medios que desarrollamos para hacernos escuchar, para aprender
rápidamente a desarrollarnos, a comunicarnos, a movernos, a volvernos
dependientes o independientes, de acuerdo a nuestras propias conveniencias, que
en casos tienen que ver incluso con las capacidades o incapacidades de las que
hemos sido dotados.
Es decir, el sentido común es tan
intrínseco a nuestras vidas como el resto de los sentidos y al igual que estos,
se va desarrollando con los años, se va puliendo, mejorando, pero como pasa con
lo que se pone en contacto con el entorno social, deja de ser puro por los
prejuicios o los valores adquiridos; estoy seguro que lo que vemos, escuchamos,
probamos, olemos o tocamos, adquiere diferencia y subjetividad cuando alguien
más nos dice: “mira qué bonito”, “huele que rico”, “prueba que dulce”.
Es cierto que existen valores
universales que tienen que ver con el propio sentido común, con lo que es bueno
y malo, útil o innecesario, peligroso o prudente, pero al ser tocado por el
entorno social, cualquier valor está sujeto a radicalizarse a los grados
incluso de su desaparición o de su inclusión en una nueva escala de valores,
diferente a la que se usaba en otra época o en otra sociedad.
Por ejemplo, el concepto de la
belleza ha sufrido severas transformaciones a lo largo de la existencia del
hombre como individuo en sociedad, sin embargo el sentido común debiera al
menos limitarnos a lo permitido por la salud y la razón, lo que no sucede.
También está el caso de la
justicia, de la paz, del orden, del derecho, el sentido común debiera hacernos
sociedades de leyes, de respeto, de convivencia pacífica y lamentablemente
tampoco ha pasado así.
Entonces, sí, el sentido común es
el menos común de los sentidos y gracias a ello, aparece cuando ya no hay más
solución, cuando se han agotado todas las vías, incluso las más difíciles de
imaginar y las más difíciles de llevar a cabo, aún y cuando siempre estuvo a la
mano, hacer lo más sencillo, lo más natural, lo que finalmente dicta el sentido
común.
Pongamos el caso de la gordura o
en un punto más álgido de la obesidad, independientemente de las condiciones
patológicas o clínicas, quienes subimos de peso lo hacemos porque no usamos el
sentido común, porque seguimos comiendo a pesar de no tener hambre, porque nos
gusta comer más, mucho más de lo que en realidad necesitamos para vivir, porque
además ingerimos cosas innecesarias, insanas, y lo peor de todo, que cuando
consumimos lo que según nosotros son alimentos sanos, también lo hacemos sin
ninguna medida y sin conocer los límites de lo necesario, lo prudente y lo
tóxico; comer fruta o tomar jugos también hace daño, pero también lo es no
consumir ciertos alimentos a los que renunciamos porque pensamos que son
insanos, si no vean la gran cantidad de vertientes que devienen de los vegetarianos,
al grado de que exista gente que solo consume manzanas, zanahorias, o plantas,
lo que repito, tampoco es del todo sano.
¿En qué parte quedó el sentido
común Desapareció con la llegada de la sociedad, de la convivencia, y de
repente pensar con sentido común se convirtió en tarea de filósofos y
pensadores y actuar con sentido común en tarea de pragmáticos y emprendedores?
El hecho es que al volverse
escaso, se escondió tras las faldas de la sociedad que lo inhibe, que lo
acurruca, para permitirnos vivir hedonistamente, placenteramente, para poder
abusar de los más débiles, para poder enriquecernos majaderamente.
¿Qué pasaría si a partir de ya,
todos usáramos el sentido común?
Seguramente nos iría mil veces
mejor como individuos, como familias y como sociedades, viviríamos en plena
armonía entre nosotros, con nuestro entorno y con la naturaleza, haríamos lo
suficiente, de la mejor manera y consumiríamos lo suficiente con el mayor de
los aprovechamientos.
No tendríamos que ostentar,
presumir, robar, engañar, estafar, matar, envidiar o excedernos en nada.
Si por alguna razón se gestara
una controversia, se resolvería conforme a los principios del sentido común,
que también son los principios generales del derecho; si alguien necesitara
algo, alguien más con posibilidad de brindárselo, se lo daría, esperando no
solo el agradecimiento, sino la compensación en medida y posibilidad
proporcional al adeudo y a la capacidad del responsable.
El amor no tendría porque
limitarse al matrimonio y no tendría porque extinguirse, lo mismo pasaría con
la amistad y con las relaciones personales de todo tipo.
En fin, creo que Tomás Moro lo
planteo de un modo, que Carlos Marx y Federico Engels de otro, que los propios
norteamericanos han tenido sus teorías, un poco más duras, que existen
documentos como el Código de Hamurabi, la Biblia, el Corán o la Constitución - que
a pesar de algunas dialécticas contradicciones - sientan precedentes, que Jesús
lo promovía, a su modo, pero que finalmente a pesar de ser una sola especie que
habitamos un mismo y único planeta, simplemente no podemos ponernos de acuerdo.
Mientras tanto el sentido común
seguirá siendo definitorio, será el punto distintivo de nuestros líderes, de
los humanos grandes, destinados a servirle al mundo, a la especie y a pasar a
la historia, por hacer lo que simplemente se tiene que hacer.
El sentido común me dice que más
que escribir al respecto, tengo que llevarlo a la práctica, quizá por eso,
jamás he concluido un texto que de momento, me sigue pareciendo inconcluso y en
todo caso, carente de sentido.