(Favor de leer con el ritmo de
la hermosa canción del maestro Alberto Cortez)
Mi madre y yo la compramos en la
tienda de don Carlos donde se paga el teléfono, fue el mismo quien la trajo, yo
tenía pocos años y él apenas unas canas.
Al llegar la primavera abonamos unos
pagos y le compramos su funda, con tarjetas de regalo compramos unos jueguitos
para que no me aburriera.
Su memoria gasteeeee y el tiempo
pasooooo, hoy sobre su brillo que los ojos me amoló, tenemos recuerdos, mi iPad
y yo.
Con el correr de los años con los
pantalones largos me llegó la adolescencia, fue Safari que en el Google, busqué
y perdí la inocencia.
Hoy no me hacen falta amigos, ni
platicar con mis padres, todo me lo entrega ella… tenemos problemas, mi iPad y
yo. Tan tan.
Aunque estoy seguro que de ser un
niño de 7 años de esta época, Alberto Cortez hubiera encontrado el modo de
inspirarse en algo verdaderamente bello, tenemos que aceptar que aunque esta
“súper cool” que los chavitos, le sepan al iPad y al Xbox y a la compu y nos
traten con desdén porque no les entendemos, no sabemos qué va a pasar después.
Es decir, los saltos tecnológicos de
los últimos 20 años han sido superiores a los del resto de la humanidad, las
generaciones que nacieron sin teléfono, llegaron a habituarse a él, incluso a
depender, lo mismo pasó con los que nacieron sin tele, o como quienes en mi
caso, nacimos sin vídeo casetera o computadora en su casa.
Este salto cuántico tendrá
consecuencias, más de lo que ya las tiene, los “milenials” serán otro tipo
diferente de humanos, uno muy distinto, ni mejor ni peor, solo diferente.
Seguramente se acabaran las corridas de toros y los árboles de Navidad no serán
cortados sino plantados, los noviazgos o los encuentros sentimentales serán
esencialmente igual de emocionantes pero menos personales, habrá menos amigos
cercanos, pero más en otros lugares, más música gratis, el entretenimiento será
diferente, surgirán nuevos trastornos emocionales (dice Varelita mientras
maneja).
Serán diferentes, pero de nosotros
depende que no sean menos humanos, que sigan sintiendo, expresando y viviendo,
que sepan lo bueno y lo malo y la diferencia, que aprecien tanto como uno, la
experiencia de lo físico sin conformarse nunca con un emoticón. (Dedicado con
cariño y respeto a mi querido sobrino – ahijado Santi)
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