DIOS.
m. Ser supremo que en las religiones monoteístas es considerado hacedor del
universo.(RAE)
La
Wikipedia Recupera:
Dios
es el nombre que se le da en español a un ser supremo omnipotente, omnipresente, omnisciente y personal…
(…)
En las religiones monoteístas ―bajaísmo, cristianismo, islamismo, judaísmo, krisnaísmo y sijismo―,
el término «Dios» se refiere a la idea de un ser supremo, infinito, perfecto,
creador del universo, que sería pues, el comienzo y el final de todas las
cosas. Dentro de las características principales del Dios supremo estarían
principalmente:
Omnipotencia: poder absoluto sobre
todas las cosas;
Omnipresencia: poder de estar
presente en todo lugar;
Omnisciencia: poder absoluto de saber
las cosas que han sido, que son y que sucederán.
(Fin de la cita de la Wikipedia)
Si
consideramos solo este, cortísimo y simple resumen, que representa a extractos
de resúmenes de tesis y tratados muy serios, casi todos desde el punto de vista
de filósofos, antropólogos, sociólogos y teólogos, podríamos decir que desde la
aparición del Facebook, Mark Zuckerberg es Dios, en el Facebook.
Tiene
el poder absoluto sobre todas las cosas (que pasan en Facebook), puede estar
presente en todo Facebook y es capaz de saber lo que ha pasado, pasa y pasará
en y con Facebook.
Pero…
¿Por
qué vale tanto esta empresa, surgida de una idea, surgida de otras ideas y
alimentada con muchas más ideas?
Fácil:
Control y precisión, al registrarnos en Facebook, nos sometemos a nuevos y
distintos códigos de conducta, morales, de convivencia, de publicidad y de
conocimiento, proporcionamos nuestros datos, con el objetivo de estar al
alcance de datos de alguien más y con ello, Facebook, sabe todo de nosotros, no
solo sobre nuestras características personales, sino de consumo, de movilidad,
de intereses, lo que la hace una valiosa herramienta de mercadeo para el
consumo y la generación de productos.
No
tiene ni siquiera que vender publicidad, hoy ya no es más el Internet, sino el
Facebook, nuestro nuevo universo virtual, en el que creemos que damos a conocer
lo que queremos, en donde pensamos que lo publicado en nuestro muro es lo que
los demás piensan o saben de nosotros, somos protagonistas, en este universo
paralelo, de vidas más resumidas, pero más entretenidas e interesantes.
Hemos
visto mucho en Facebook y a la vez lo que se ve es poco, casi nada.
Damos
pésames, hacemos ejercicio, transmitimos en vivo videos de nuestras vidas, somos
celebridades, incluso podemos definir el éxito de una actividad, de unos
alimentos o de un pensamiento, con la cantidad de “Me gusta” que recibimos.
Vivimos
en otro mundo, nos sustraemos a éste, o al otro, al real, en el que nacimos, con
la facilidad con la que se puede tomar un teléfono y apenas dar un par de clics, recorremos apáticos, desinteresados, y luego morbosos y ávidos, las
vitrinas de nuestros iguales, a los que parece que les va muy bien, que les ha
sentado la dieta, vemos fútbol, vamos a conciertos, sin necesidad de movernos
de nuestros calientitos asientos personales.
Así
nos ha tocado vivir, incapaces, o eso creemos, de poder mejorar nuestra
realidad, hemos decidido crear otra, más resumida, más light, pero más bonita y
entretenida en este nuevo universo, que si me apuran es apenas el inicio de una
Matrix, que se está volviendo realidad. Al tiempo.
He escuchado que “el Bronco” y Kumamoto ganaron gracias al Facebook, no estoy seguro, pero sí
creo realmente que nadie que esté peleado o sea ajeno a esta red social, puede
ganar hoy en día una elección.
Finalmente,
una reflexión: nadie es tan guapo como su foto de perfil ni tan feo como la
foto de la credencial de elector.
Alvarado
y Juanga.
Conocí
a Nicolás Alvarado en una oficina de Polanco, era director de una revista y
comenzaba a tomar notoriedad por su participación en el noticiero matutino de
televisa, lo fuimos a visitar un señor cachetón y yo, para invitarlo a comentar
un libro de agua que habíamos desarrollado en el lugar donde trabajábamos, sin
más, pidió la fecha y aceptó; tuvimos solo que confirmar una vez con una
secretaria, la cita fue una tarde lluviosa de otoño en la Casa del Risco en San
ángel, la antigua casa de Isidro Fabela, donada al Estado de México, a través
de su gobierno y que es un magnífico espacio para la cultura. Nicolás fue
puntual, hizo sus comentarios sarcásticos, fue, desde su óptica simpático, abordó
el tema con su particular y ácido humor, reconoció a los otros presentadores,
en particular a un señor, que ya nada más por la edad y la trayectoria pública
merece respeto y recibió gustoso el árbol de la vida que se le presentó como
agradecimiento a su participación, sin más, agarró su libro, su árbol de la
vida, estrechó a lo mucho 2 manos y se fue.
En
otro momento en particular lo vi muy incómodo en su programa de foro tv entrevistando
al burro de Shrek encarnado en Eugenio Derbéz, que daba la enésima entrevista
promocionando a su telenovela para cine, era tan evidente la tensión que la
contagiaban, la transmitían, ambos obligados a hacer algo que no querían,
supongo.
Recientemente,
su asincrónica participación en Milenio diario, que le causó tantos inconvenientes
y un rechazo casi tan unánime como el de Trump, me han hecho reflexionar sobre
el otro protagonista de esa historia, digna de nuestro telenovelero folclor,
Juanga.
Todos
nos sabemos las canciones de Juanga, TODOS, no todas, no muchas, algunas, o
una, pero todos, ¿por qué? No es que las hayamos escuchado hasta el cansancio,
estoy seguro que he escuchado más el tono del conmutador (el tema de la
película “el golpe”), simplemente creo que se trata de letras muy nobles,
sencillas y pegajosas, predecibles si quieren, pero muy pegajosas, no puedo,
más bien no quiero criticar algo que tantos disfrutamos, aunque sea poquito,
tampoco es mi deseo tomar postura o partido, pero a los difuntos no los podemos
fastidiar, por el simple hecho de que no nos pueden contestar, por eso, cuando
alguien se mete con un difunto, sobre todo con uno tan querido por tantos, sale
así de raspado como Nicolás, que a su vez, ejerció algo que tanto abrazo, cuido
y respeto: su derecho a expresarse. Así la vida y la muerte.
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