jueves, 11 de octubre de 2012

PAN DULCE



Cuando comencé la dieta más reciente en mi vida -he iniciado varias con diferentes resultados- me encontré con la peculiaridad de que tendría que convivir muy seguido con un grupo de gordillos o pasadillos de peso en una especie de grupo de ayuda encabezado por una psicóloga, pues en el tratamiento referido, es fundamental este apartado de la ayuda psicológica y el intercambio de experiencias con otras personas que también dejan de masticar y pierden peso muuuuy rápido.

Acostumbrado a la terapia y a controlar muy bien mi capacidad de abrirme o no a la misma, resignado me sometí al ejercicio; pronto me encontré con que los otros participantes extrañaban comida que yo no y comprendí que mis hábitos alimenticios además de malos eran inusuales, pero que los de mis queridos compañeros eran muy parecidos y pasaban, al igual que los de mi papá, mi mamá, mi hermano Manolin, mis amigos panzones (todos), la exposa de chocolate la comejitomates, la vaquita lechera, mis abuelos, mis tíos y una buena parte de los mexicanos, por la lechita y el pan dulce.

Me gusta el pan, disfruto mucho un bisquet con cajeta o una concha de amasijo, una dona, una mantecada, un conde de la Millán, pero no lo extraño, no sufro ni siento compulsión por rellenarme de pan; con la leche es diferente, mi relación con los lácteos siempre ha sido difícil, hasta ya crecidito me gusto el queso y sólo en algunas variedades o presentaciones y la leche la tomaba a fuerza, para no angustiarme con la efectiva amenaza de mi mamá de que me iba a poner giotoso.

En el grupo de ayuda, se hablaba largo tiempo de garibaldis, de pasteles, mientras mis penas eran por las palomitas de maíz, las hamburguesas y los tacos en cualquiera de sus variedades; también platicamos -al tiempo me volví muy participativo- de lo que significa la comida para nosotros, de como en casa nos abrazaban con comida, de como cada festejo en la vida conlleva comida y bebida, de como no es cortés negarse a un taquito, a una probadita y de cómo cada mordida llena los vacíos profundos del alma.

También platicamos, en el grupo y con los otros especialistas que me atienden de hábitos de vida, de salud, de ejercicio, de medicina, de enfermedades.

El hecho de salir a la calle, de hacer mi vida, me hace pensar diario en la dieta, lo mismo porque alguien sorprendido me pregunta ¿qué te pasó? O porqué alguien no lo pregunta, pienso en lo que no debo comer y en las recompensas.

He aprendido que para vivir hace falta comer en porciones suficientes diferentes tipos de alimentos, pero también que lo maravilloso de los humanos es que no sólo comemos para sobrevivir, sino que lo hemos vuelto todo un arte, un placer de placeres, hemos inventado lugares, sabores, colores, nombres, gentilicios, identidades a partir de la comida, a nadie le hace falta ir al ihop para sobrevivir, pero que bien saben unos hotcakes un omelete con tocino y salchicha y una jarrita de café; no se de nadie que haya muerto por no comerse un antojo, pero si se de personas que han muerto por excederse en cumplir cada uno de sus antojos.

Obvio que parte de nuestra cultura hedonista esta también ligada a nuestra especie, los humanos comemos y bebemos para alimentarnos pero también para convivir, para probar lo que la naturaleza nos da, es parte de nuestra prerrogativa como especie alfa, darnos placer es incluso orgánico, el postrecito sirve “para cerrar el píloro”, el alfajor y el express para qué el organismo se recupere del gran trabajo digestivo que hizo para consumir medio kilo de carne con medio litro de vino y otro tanto de pasta, el digestivo o al aperitivo preparan al organismo o lo ayudan a concluir su trabajo, “el desayuno es la comida más importante del día”, “terminando de correr hay que tomar cerveza y comer pasta”... ¿Han escuchado la dieta de Michael phleps?

Por eso sería inhumano vivir sin antojos, pero también lo es vivir para cumplirlos todos, hoy, cada postre, cada ida al cine, cada pan dulce, significa un gran esfuerzo y tener la plena conciencia de que cada cosa que no necesito, me cuesta más trabajo eliminar o compensar.


La vida pública y política de México también es obesa y padece diabetes, presión arterial y problemas cardiacos y como en nuestro caso, estos padecimientos también son asesinos silenciosos, nuestra burocracia es muy gorda, pesa, es la grasa que en cantidad adecuada nos sirve pero que en exceso nos mata. La democracia pasa de light a dulce, a amarga, a ser a veces un producto que no tiene etiqueta de valores nutricionales. Las reformas que sí se aprueban, son light, insuficientes, a veces incomprensibles, sobre todo cuando las comparamos con la coca light que pedimos con nuestros diez tacos al pastor, (ya se imaginarán que son los tacos ¿no?)

México además de dieta y ejercicio, requiere cambio de hábitos, de educación, disciplina, constancia, perseverancia y recordar permanentemente que nuestro metabolismo nos puede subir de peso de inmediato, por eso siempre habrá que cuidarnos.

México, los mexicanos, sabemos lo que necesitamos para vivir y lo que no es necesario y solo engorda o mata, pero como en nuestro caso, la diferencia está en la fuerza de voluntad, colectiva, coordinada organizada.

En otra oportunidad escribiré sobre el sentido común y la intención que tengo de agregar a mi vida la oportunidad de compartir con más gente, mi experiencia para perder lo que nos sobra y trabajar en no recuperarlo, mientras tanto, para finalizar, en días recientes, la asociación el poder del consumidor, dio a conocer el incremento en el número de muertes ocasionadas por la diabetes y la obesidad, destacando que la cifra se ha disparado en los primeros 12 años de este siglo, pero la gente que murió en estos 12 años a causa de estos males, muy probablemente no enfermó o adquirió sus hábitos alimenticios en estos años, la culpa es de muchos, incluyendo a los gobiernos con todo y sus legislativos, a los medios de comunicación y a la propia industria de alimentos, ¿no me creen?, busquen un anuncio en la tele de jicamas o pepinos o hagan la prueba de ver que encuentran más rápido a su alcance, un oxxo, un carrito de papas o uno de pepino que brinde la confianza suficiente para aventarse el tiro.

La tarea, así como la culpa debe ser compartida, siempre será mejor y desde luego menos costoso prevenir, comencemos con nuestra propia conciencia y ya verán como poco a poco, nos iremos contagiando.



P.D.
Este pan, más que dulce ha sido muy amargo, duro y realmente insuficiente, afortunadamente ya se acabó.

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