(Escrito en enero del 2011)
Me he topado con muchas y diversas realidades en un país
que para los mexicanos resulta icónico, nos despierta cualquier cantidad de
sentimientos encontrados, distintos, dialécticos.
Al entrar al país, lo hice de manera legal, en un vuelo
comercial regular, común, ¿el motivo de mi visita?, fue mi primera duda,
definitivamente lo iba a disfrutar, pero no creo que el termino "de
placer" fuera el correcto, finalmente venia a estudiar a Harvard, la
Universidad más antigua de Estados Unidos y la más prestigiada del mundo.
Al mencionar eso a los oficiales de aduana que me
tocaron, el semblante les cambiaba, el humor se les aplacaba y el trato era
realmente grato. Creo que, por lo que he visto las últimas semanas, los gringos
ya no se sienten tan superiores como hace 3 o 4 décadas, hoy saben que hay
mejores sistemas educativos que el suyo y que en algunas partes del planeta los
están alcanzando rápidamente.
Algo de eso tendríamos que aprender en México, ¿no es
increíble, lo fácil que nos han rebasado otros países que parecían muy
inferiores?
En la zona de Boston y Cambridge en Masachusetts, conocí
a personas de todo el mundo, pero especialmente a mexicanos valiosísimos que
están haciendo grandes cosas estudiando por acá, están politizados, saben como
están las cosas en el país y tienen sus opiniones y sus criticas muy bien
arraigadas.
Me volví a ver, después de unos años, con un niñito que
me daba las duras y las maduras en el tenis en mis épocas del club Toluca, Fili
Cedeño, que siempre fue un joven inteligente y aplicado y que ahora esta
haciendo su doctorado en medicina en un área muy interesante que es la piel, en
la rama de la inmunología.
Platique con Onesimo Flores, urbanista, que prepara su
tesis sobre los transportes articulados de México, compartimos e intercambiamos
opiniones del mexibus de Ecatepec y Tecamac, espero haberle sido de utilidad.
Conocí a un genio de 27 años llamado Roberto Olivares,
químico, mucho hará por México, el agua y el mundo.
Ademas, me hice amigo de mexicanos que vinieron a lo
mismo que yo a Harvard, a constatar que aquí no tienen las respuestas a
nuestros problemas, pues de lo contrario el presidente Calderon ya las hubiera
aplicado. (El fue alumno del programa Mason, dedicado a quienes han tenido
cierto tiempo de trayectoria pública en su país).
Compartí la mesa, el dialogo y la convivencia, con quien
en México seria si no imposible, si improbable, pertenecemos, de entrada a
distintas ideologías, pero además nuestros caminos no son paralelos y de
momento, hay algunos más encumbrados que otros.
Esta realidad mexicana en los Estados Unidos, me dio
esperanzas de que ahí vamos, de que ahí la llevamos, además y a manera de
postre pude percatarme de la clase de político que es un aspirante a la
presidencia de México, que no fue capaz de saludar a un grupito de mexicanos,
¿y así quiere mi voto?
Concluido mi recorrido académico, llegue a la ciudad que
todos conocemos aunque nunca hayamos estado acá, el único sitio en el que te
sientes solo, perdido y no te importa, porque aquí se hablan todos los idiomas,
en cualquier lugar, a cualquier hora, escucharás muchas palabras afines y
muchas otras que no entiendes.
Llegué, al sitio insignia de la cultura norteamericana,
con sus iconos, con sus leyendas, con sus mezclas de realidad y de ficción, en
donde en ocasiones ya no puedes ver la diferencia, aquí lo mismo te explican en
un tour la historia de la construcción de un edificio o que en ese mismo
hospital “saint Vincent”, nació Emma, la hija de Rachel y Ross en la serie de
TV “friends”.
Acá, me he dado cuenta que la pizza en Manhattan ya no es
mas italiana, ahora es mexicana, pues son mis paisanos poblanos y oaxaqueños
quienes alargan la masa, ponen los ingredientes y hacen las entregas.
Volví al broadway con el que sueño desde niño, en el que
no hace falta entender al 100 % el idioma para transportarte al lugar de la
historia, nunca me voy a cansar de ir al teatro.
Conocí a más paisanos que se quedaban a platicar conmigo
en “frankie and johnnie’s”, uno de los restaurantes clásicos de la zona de los
teatros, muy al pesar de los desabridos capitanes, mis paisanos venían a
escuchar del país, a preguntarme de todo, lo mismo del crimen y la violencia
que de Kalimba y yo aprovechaba para platicarles de Peña Nieto y el futuro.
En fin, esta realidad tan distinta, porque la verdad es
que aunque no nos traten mal, los mexicanos que vienen a estudiar tienen otras
expectativas que los que vienen a trabajar, unos vienen porque han alcanzado
cierto estatus y otros porque no les ha quedado de otra, pero ambos sin
excepción, quieren mejorar.
En ambos casos los que quieren regresar son algunos, pero
no todos, los estudiantes se sienten menospreciados y desperdiciados, muy pocos
quieren regresar a México a aplicar sus conocimientos; los trabajadores, en su
mayoría quieren regresar por nostalgia, para volver a ver a sus padres o a sus
hijos, pero saben que regresaran a la miseria y al desempleo.
Yo, que escape un poco de mi realidad, que tome un tiempo
para priorizar, pensar y convivir conmigo mismo, me doy cuenta que quiero
regresar, pero no para ser un estudiante, sino un aplicador de conocimientos y
experiencias, quiero regresar a trabajar con dignidad y a partirme el lomo como
lo hacen por acá mis paisanos, quiero regresar pero no para ser un espectador
como lo soy en broadway, quiero regresar a mi país, porque tuve que viajar
miles de kilómetros para darme cuenta de quien soy, que quiero y a donde voy.
Me voy de
donde te dicen, “welcome put out your
shoes” y “good bye see you soon, take off your jacket”.
Muchas realidades distintas, muchas verdades encontradas,
cohabitan en el mismo espacio y tiempo, lo importante no es unificar, pues no
necesitamos unanimidad sino entendimiento, acuerdo, paciencia y vislumbrar que
para ser el país que deseamos, necesitamos empezar por ser los mexicanos que
deseamos.
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